El bosque de pinos y coníferas parece volcarse sobre la arena dorada en una densa frondosidad casi alpina, las olas salpican en la orilla de bolos y las gaviotas peinan el cielo. Entre Ondarroa y Mutriku, en el extremo occidental del litoral guipuzcoano y dentro del Geoparque de la Costa Vasca, el lugar que ocupa la Playa de Saturrarán es tan idílico que en la segunda mitad del siglo XIX se construyó un hotel balneario. El éxito de los baños de mar en esta playa fue tal que pronto se replicó el edificio original y se construyeron otros dos. Pero, en un giro abrupto de la historia, el complejo acabó convirtiéndose en una de las prisiones para mujeres más crueles del franquismo.
Un paisaje de leyenda
En la actualidad, no queda rastro de aquellos edificios. Sólo una placa recuerda para siempre la triste historia. El protagonismo queda entero para el paisaje, para ese bosque, para la arena gruesa, el salteado de piedras y bolos de la orilla y, sobre todo, para el peculiar perfil de dos peñascos que se recortan en la parte oriental, justo donde acaba la playa. Precisamente allí se levanta el único caserío marino de Guipúzcoa, el caserío Saturraran Zahar, un edificio del s. XVIII que sirviera de inspiración al escritor Pío Baroja para ‘Las inquietudes de Shanti Andía’.
El caserío se encuentra al pie de dos oscuros peñascos, Satur y Aran, que, según cuenta la leyenda, eran amantes. La historia relata que Satur, un pescador, salía a pescar todos los días mientras Aran lo esperaba en tierra. Un día, durante una tormenta, Satur no regresó y Aran lo esperó en vano. Al darse cuenta de que no volvería, Aran maldijo el mar y pidió que también se la llevara a ella. Aquella noche, tras un gran estruendo, Aran desapareció y en su lugar surgieron las dos grandes rocas de Saturraran: una es Satur y la otra es Aran.
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En realidad, los dos peñascos con la parte más antigua de los 16 km de flysch que se pueden observar entre Mutriku y Zumaia. Aquí la rasa mareal es color oscuro por su composición de lutitas y margas, que se intercalan con areniscas turbiditicas amarillentas. Esta formación se extendió a lo largo de 6 millones de años, durante el Cretácico Inferior. Aparece a la vista como la proa de un antiguo pecio o el esqueleto de un animal mítico.
En la parte este de la playa, una vez superado el tramo de rocas, se forman dos calas y pequeñas piscinas naturales a las que se accede por una pasarela clavada en la roca de espectaculares vistas. Estas aguas a mar abierto mejoran considerablemente de calidad con respecto a las de Saturrarán.
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La playa del País Vasco con dos amantes petrificados
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2024-09-13
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